9 de Octubre. Esa fue la primera fecha prevista que el ginecólogo nos dio para la llegada de Enzo. Más adelante, por motivos de tamaño y de cómo estaba formado el bebé nos dijeron que salía de cuentas el día 5.
Aunque te advierten de que puede llegar en cualquier momento, yo no me lo terminaba de creer y siempre me veía muy verde…. Pero el día 5 de Octubre llegó y Enzo no tenía ninguna intención de querer salir. Cuando la fecha marcada se va acercando, los nervios se acentúan. Mucho, muchísimo… Pero cuando van pasando los días y tú no tienes ningún síntoma de ponerte de parto, esto se empieza a convertir un poco en obsesión. ¿Será hoy? ¿Esta noche, quizá? Despiertas a la mañana siguiente y nada….Todo sigue igual.
Pasear dicen que ayuda mucho para hacer descender al bebé. En mi caso no me sirvió absolutamente para nada… ¡Bueno si! Para acabar agotada todos los días de tanto paseo para arriba y paseo para abajo. Enzo estaba tan a gustito y calentito en la tripita de mamá que por el momento no daba ninguna señal de querer llegar al mundo.
Cuando alcanzas la fecha prevista para dar a luz y el bebé se resiste a salir, te mandan acudir al hospital para llevar un control de las contracciones que tienes y del estado en el que se encuentra el bebé. Son lo que llaman los famosos “monitores”
Simplemente te tumban en una camilla, te colocan un cinturón alrededor de la tripa con unos parches y la máquina que tienes al lado va imprimiendo todo lo que percibe de tu cuerpo. Normalmente suele durar unos 20 minutos y después el ginecólogo se encarga de explorarte para controlar el resto.
En mi caso, acudí a monitores tres veces. Lo máximo… Ya estaba de 42 semanas y 5 días y si no me ponía de parto de forma natural, tendrían que provocármelo.
Venga Miriam… Si tenías poco miedo al momento “parto” prepárate con lo que puede venir. A partir de ahí mis conversaciones con Enzo se basaban en… – Venga cariño, ya ha llegado el momento. ¿Aún no estás preparado para salir? Llevamos 42 semanas juntos, ya eres muy grande y mamá está deseando que salgas y verte la carita. Anda pequeñín… no te hagas el remolón y dame algún síntoma. J
Pues no hubo manera. Yo seguía encontrándome igual de bien, sin ninguna molestia salvo el ardor de estómago.
El último día que acudí a monitores, el 15 de Octubre, me tuvieron que dejar ingresada unas 5 horas porque algo no iba del todo bien. Enzo tenía taquicardia y sus pulsaciones no bajaban. Empezaba a sufrir y era peligroso. Para él, para los dos. Pero a mí solo me importaba él.
Tenían previsto provocarme el parto el día 17 pero consideraron que sería mejor adelantarlo un día. Así que a la mañana siguiente, sin haber dormido nada (porque estaba literalmente muerta de miedo por el parto, pero ahora a mayores tenía la preocupación de si mi bebé estaría bien) ingresé en el hospital a las 08:30 de la mañana.
Lo primero que hicieron fue avisarme de que un parto provocado es mucho más pesado. Tu cuerpo no hace nada de forma natural, sino que todos los dolores, contracciones y demás síntomas te lo provoca la medicación que te ponen. Con lo que puede durar horas o incluso días…
Buff…. Jamás tuve tantísimo miedo a lo desconocido. Lo único que pensaba fue, – Miriam, si las demás lo han conseguido, tú también podrás.
Y un consejo que me dio mi madre y me sirvió de muchísimo. “Lo pasarás mal hija, como todas las mujeres. Pero cierra los ojos e imagínate a tu pequeño. Cada vez queda menos para que le veas y le tengas entre tus brazos. Piensa eso, hija. Te dará mucha fuerza…”
Y así fue.
Fuente Foto – Miriam Tejedor